sábado, 17 de mayo de 2008

Control de lectura 7. Producción del libro: impresión y encuadernación

El séptimo capítulo del libro pareciera no tener un objetivo definido hasta que termina. “La superficialidad seguramente ha generado algunas imprecisiones. Sin embargo, habremos alcanzado el objetitvo propuesto si logramos motivar al lector para que investigue más al respecto”, así es como sentencia la complejidad de explicar las complicaciones en torno a la impresión.

 

No es para menos, a mi no me dejó algunas imprecisiones, me describió inútilmente prácticas que no conozco y que apenas puedo esbozar en mi mente por generalidades de sentido común. En otras palabras, todos los proceso siguen siendo dudas para mi, pero al menos creo que son dudas que se antojan resolver.

 

Lo más cercano a serigrafía, offset y el resto de la jerga de imprentas lo tengo arraigado por unas cuantas ocasiones efímeras, en que he tenido que ver con invitaciones para bodas, bolantes para fiestas, camisetas, plumas y demás tiliches publicitarios de los que abundan en Isabel la Católica; como también lo relativo a los típicos museos a la informaliad que se encuentran en los portales de Santo Domingo, en el centro.

 

La dificultad de ésta parte del proceso editorial, que incluso el autor insiste en no considerar como tal, es su conjunto de especificaciones técnicas, que atañen directamente a procesos tecnológicos, a conocimientos concretos de instrumentos, herramientas y métodos mecánicos, fotográficos y químicos que se encargan de dar un corpus a la una obra que hasta el momento se concebía sólo con un mayor grado de abstracción.

 

En relación a esto, creo que se puede observar en el desarrollo de todo el proceso editorial una concreción creciente a cada paso, y a través de cada persona encargada de una tarea determinada. Sólo basta contraponer los primeros pasos de elaboración y manejo del manuscrito, en los que la mayor complijidad recaía en las precisiones de las herramientas propias del lenguaje, que redundaban en la habilidad intelectual de las personas involucradas, con los últimos pasos, impresión y encuadernación del libro, en los que más allá de una claridad lógico-concepcual son necesarios un cálculo experienciado y una sensibilidad proporcionada por la experiencia para tratar con las minucias físicas que abarca el proceso.

 

Como bien dice la lectura, “los impresores son fabricantes, industriales”. Sólo bastaría agregar que no por esto son menos importantes, sino simplemente representan otro nivel de creación, indispensable para el buen fin del libro que se tiene proyectado por el conjunto de personas previo.

 

En lugar de describir todas las formas de composición e impresión –situación absurda si consideramos que no las entendí–, creo que es preferible hacer un par de comentarios acerca de lo que representan, que junto con la encuadernación, son las tres instancias de materialización del libro.

 

La composición se refiere a la creación de elementos indispensables para la impresión. Para concebirlo debemos dejar de lado la concepción de impresión mediante inyección de tinta o impresoras láser, tal como las conocemos en áreas domésticas, y remontarnos a los antecedentes de la imprenta, desde los descubrimientos orientales hasta la mentada máquina de Gutenberg.

 

La imprenta siempre se ha valido de tipos, que no son más que una especie de pequeños sellos, que se ordenan para poder plasmar en el papel la idea que se tiene concebida. Sólo que el sistema se intrinca cuando se toman en cuenta las innovaciones del siglo pasado, que se valieron del desarrollo de la fotografía. En este sentido los sellos ya no se ciñen a la idea de un relieve que se entinta y se presiona contra el papel, sino a procesos químicos en los que se manipulan las sustancias para que, basados en la luz, algunos elementos se impriman y otros no. Después hay que sumar las oportunidades informáticas y digitales, relativamente recientes, pero siempre, siempre teniendo en cuenta la relación económica costo-beneficio, que determina el fracaso u éxito finales del sello editorial. Los materiales son muy diversos, así como las técnicas, pero permanece constante una etapa de preproducción de la impresión, por así decirlo.

 

La impresión sigue siendo complicada, en tanto que se relaciona con las muchas opciones de composición, y que incluye de forma determinante el papel y la tinta. De igual forma, hay que considerar el tipo de material a imprimir, puesto que varían los factores del texto a las imágenes.

 

Al final, el encuadernado tiene como misión el doblaje, recorte, acomodo y adhesión de las páginas impresas, para que un libro sea resistente, elegante y accesible. En este renglón no hay mayor complicación en cuanto a técnicas, pues se siguen usando, fundamentalmente el cosido y el pegado como las formas primordiales de unión. Claro está, con variaciones en cuanto al uso de mano de obra o maquinaria, o pegamentos, o tipos de pastas, o tipos de cortadoras, pero en esencia obeden los mismos principios.

 

Un factor verdaderamente importante para abordar los problemas de composición, impresión y encuadernación, es la situación específica de la industria en donde se trabaja, puesto que las opciones varían drásticamente de un país industrializado, donde existen mayores posibilidades, tal vez más caras, y los países en vías de desarrollo, donde es necesario ceñirse a lo existente en la industria, que puede abaratarse en aspectos como la mano de obra.

 

De igual manera, creo que es importante señalar que el editor sigue muy presente en estas instancias que, aunque muy restrictivas por su exigencia de conocimientos técnicos, tienen que ser medianamente dominadas por el editor si quiere optimizar su inversión y llevar a buen puerto la realización del libro.

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