domingo, 15 de marzo de 2009

Una noticia desas que mueven

Trascendió que entre jueves y viernes pasados, un borrachales de 22 años no se detuvo ante un oficial de tránsito que le marcaba el alto en un punto de revisión del alcoholímetro. Antes bien, este pícaro conductor se soltó el pie del acelerador y embistió al policía, que alcanzó a sujetarse del cofre.
La noticia fue chusca cuando me enteré que unos metros adelante de donde esto sucedió, el ilustre borracho deshizo su coche contra la escultura de Juan Pablo II, que acaban de colocar hace un par de meses, dicho sea de paso. El ex vicario de cristo yacía, según las fotos que llegaron al periódico, en el piso húmedo de Av. de los Insurgentes, en medio de una extraña y aislada noche en que llovió de forma descomnal.
Lo que no fue gracioso es que junto con su coche, el chavo ocurrente también deshizo al capitán que colgaba del frente de la Sportvan, quien murió instantáneamente, y al que había arrastrado desde tres estaciones de Metrobús atrás, en un acto que se debate entre la simple estupidez y una malísima intención.
Una cosa es el "Ay, se me fué" y otra el "No tengo madre". Que cada quien haga su mejor elección, pero un acto así de aberrante no puede sino crear reflexiones en torno a todo lo que salió mal en esta ocasión y que se repite con frecuencia.
Mientras esto se resuelve, las autoridades ya dijeron que no lo van a soltar. ¿Cómo poner el mal ejemplo? Todo lo contrario, ahora lo van a refundir en el tambo por algo que ni siquiera fue deliberado, sino sólo un arranque enorme y prolongadísimo de imbecilidad del conductor y de otras instancias (las que permiten que un cabrón en ese estado maneje).
Un incidente lamentable por los dos lados: uno no quería matar y el otro claro que no quería morir, pero qué se le va a hacer. El problema es algo que yo intento clarificar con esta frase "La estupidez no aminora el hecho" ¡Con pedir perdón no vas a revivir al muerto! Ni siquiera espero que la ambigüedad de su conciencia transtornada por el alcohol sea argumento para, por lo menos, reducir y bienmirar lo que sigue siendo un delito.
Esto es una muestra de que el descuido, la irresponsabilidad y la pendejez castiga igual que el dolo, la alevosía y la mala intención. Lo siento por la vida destruida de un tipo que es de mi edad, pero así están las cosas. Ojalá que esto sirva de escarmiento para muchos otros que toman el volante a la ligera.