miércoles, 5 de marzo de 2008

Control de lectura 2. La Involución del trabajo en comunicación.


Algo que me queda claro de todo lo esgrimido en el texto de Dênis de Moraes es que, más temprano que tarde, recibiremos como generación de comunicólogos un mercado laboral mucho más estrecho que nuestros antecesores debido a la "bendita" convergencia tecnológica que, de la mano de la lógica de mercado, desecha cada vez más empleados en lugar de propiciar empleos.

 

Digo, soy siempre adverso a la simplificación de la realidad y también a ver la vida con más negrura de la que ya tiene, pero cada nuevo texto que me proporciona datos contundentes me hace más difícil entusiasmarme con la idea anacrónica de titularme con alguna especialización periodística, pedir trabajo en algún medio y viajar por el mundo haciendo corresponsalías, críticas, notas, reseñas, crónicas y demás.

 

No imagino como un común denominador el caso del graduado de la FCPyS que acude a producir dentro de alguna filial de Time Warner, o de Viacom. O el de algún periodista que novele anualmente un libro para Mc Graw Hill para poder vivir cómodamente. Ni siquiera me animo a considerar un trabajo estable dentro de Televisa, Televisión Azteca, Grupo IMER o algún otro gran corporativo mediático mexicano como una posibilidad real de solucionar mis necesidades profesionales y económicas como en antaño solía suceder.

 

En un concepto de trabajo tradicional y justo creo que vislumbro el caso de un mexicano de los 60's que podía graduarse de ingeniero en el Politécnico, desarrollar una carrera en cualquier área de PEMEX, ascender en el escalafón organizacional y terminar su carrera con una jubilación decente, teniendo garantizadas ciertas prestaciones hasta el final de sus días. 

 

No obstante, aunque dicha idea del periodista activo y viajero tiene un aire de romántico, del cual he tomado un gusto indispensable para seguir en esta carrera, la realidad me da bofetadas cada día con índices, datos, testimonios e imágenes que me dan bastante material para pensar con toda la ecuanimidad de que soy capaz, qué voy a hacer.

 

Pese a lo fatalista que pueda leerse lo que arriba he escrito, creo que no hay que tirarnos a la amargura o a las decisiones impulsivas, sino considerar dos realidades:

 

Primera. Que el sistema no va a ser condecendiente con nosotros después de que no lo ha sido con otros miles de millones de personas en todo el orbe, no importa lo buenos que creamos que somos. Ya sé que somos únicos, pero es por demás ingenuo pensar que nuestra gracia personal nos salvará de un sistema impersonal e inmisericorde.

 

Incluso viendo en puerta un cambio producido por algún movimiento social o por alguna reforma legislativa o un revés inesperado en el mundo, alguna convicción profunda me insta a creer sólo aquello que a grandes rasgos puedo controlar. No voy a esperar que una revolución idílica desintegre a los grandes holdings en pos del bienestar social nacional o global, ni nada por el estilo.


Teniendo así la situación, no queda más que apretar los dientes y hacer de tripas corazón, teniendo la mente fría para pensar alguna solución en lugar de emborracharse, cortarse las venas o echarse a llorar.

 

Segunda.  Como con los borrachos o con los drogadictos, es preciso haber asimilado la existencia del mal para poder superarlo; del mismo modo, es necesario asimilar la primera aseveración con sensatez antes de continuar a esta segunda y poder encontrar algún paliativo para el problema. 

 

La solución real no parte de ninguna receta. Esta es la primera receta que tendríamos que tomar en cuenta. El éxito no se vende, y el anteponernos a las circunstancias requiere de mucho más que cualquier intento ajeno de explicación el mundo para su control. Es decir, el discurso trillado de "titúlate, aprende inglés, ten experiencia laboral, trabaja duro" puede ser útil en mayor o menor medida que se acomple a nuestro caso. No está de más recordar que Fox no estaba titulado cuando llegó a la presidencia, o que Slim no hablaba un inglés fluído cuando construyó su emporio.

 

Es por ello que necesitamos un estudio previo que nos ponga en contacto con la mayor cantidad de aristas del problema, y que pensar en una solución integral que se inscriba de manera personalizada en el contexto de nuestras posibilidades reales. 

 

Al respecto valoro mucho la actitud que nos infundió el profesor Efraín, quien aseguraba que no todo en la vida es una pretensión de teorizar, una pretensión del conocimiento por el conocimiento. Aunque dicha concepción no está forzósamente peleada con la de la producción y el consecuente ingreso. 

 

Es decir, ¡deberíamos de ser lo suficientemente sesudos para conciliar una idea con la otra! Deberíamos de ser capaces de crear algo desde lo más profundo de nosotros y de paso, "get some money in the pocket", como decía Efraín.

 

Ahí estaba el celebérrimo caso del alumno que se graduó de la FCPyS, produciendo un manual interactivo de inducción a la vida universitaria para la Universidad Panamericana, como proyecto final de tesis. ¿Qué tal eso? Mató dos pájaros de un sólo tiro. Ese sencillo caso explica más de lo que muchos podríamos decir en todo un tratado. También está el caso de estudiantes de la Anáhuac que diseñaron desde sus días de estudiantes un modelo mediático, que consistía en meter monitores planos al área de comida rápida de Perisur para meter contenidos y vender espacios publicitarios. ¡Ahora tienen lana los muy cabrones! cosa que no van a tener cien eruditos salidos de la FCPyS por su cerrazón a las opciones laborales tradicionales y viciadas.

 

Bueno, que quede ahí la reflexión, no le vaya a pisar un cayo a alguien.

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